Señor, perdóname por
haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ocho años, tengan
trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor a las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo.
Señor, yo puedo hacer una huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace una huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles "no sólo de pan vive el hombre", y no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame;
Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos;
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor a las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo.
Señor, yo puedo hacer una huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace una huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles "no sólo de pan vive el hombre", y no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame;
Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos;
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.
(Meditación en la
villa. Padre Carlos Mugica)
Hay una diferencia sustancial entre
ser generoso con los pobres y entrar en comunión con ellos, compartiendo de
algún modo su suerte. El Padre Carlos Mugica no solo fue generoso con sus
hermanos más pobres de la villa sino que fue amigo de los más pobres, entró en
comunión con ellos. Estaba
entre los pobres, pero no se la creía. Su famosa oración “Meditación en la Villa” revela su humildad.
Hay un grado de solidaridad con los más pobres que es sólo del Señor Jesús.
Esta meditación del Padre Carlos va
mostrando los distintos rostros de la pobreza de aquella villa. En algunos
aspectos las villas de Buenos Aires están mejor que ayer, sobretodo por la
lucha de miles de mujeres y hombres –vecinos de las villas- que desde su
cultura popular fueron luchando contra esas pobrezas optando por la vida y la
libertad.
Ahora bien, hoy las villas de la Ciudad de Buenos Aires,
cuyo 43% de sus habitantes tienen menos de 17 años, presenta un rostro nuevo de
la pobreza y la exclusión que ha llegado a nosotros como un tsunami devastador:
el paco. Todavía no tomamos conciencia de tamaño flagelo. Así como hace unos
años el mal de Chagas ponía de manifiesto la miseria del interior del país, el
paco hoy denuncia la miseria de las periferias urbanas.[1]
El “Señor perdóname por haberme
acostumbrado…” y el “yo me puedo ir y ellos no”
del Padre Carlos viene a mi memoria muchas veces. Sobretodo cuando uno
recorre pasillos de mucho sufrimiento, de mucho dolor. Donde uno increpa a un
chico diciéndole: ¿Pero, Vos no querés
vivir? Y recibe como respuesta: “No
padre, no quiero vivir”. Donde por consiguiente muchas veces es puesta en
jaque nuestra esperanza.
El desafío del paco se nos presenta
como una batalla, como una lucha cuerpo a cuerpo contra la exclusión. Digo
cuerpo a cuerpo porque es uno a uno. Cada chico, cada chica es sagrado/a.
Porque si no le ponemos el cuerpo no vamos a llegar a nada.
Queremos hacerles una propuesta
estratégica detrás de la cual podamos encolumnarnos todos a la hora de
enfrentar este desafío. Nuestra bandera tiene que ser la inclusión social.
A aquellos que les corresponde la
conducción estratégica en esta lucha, les es imprescindible tener una mirada de
conjunto de la situación. Obviamente esto no es fácil en un contexto cultural
de fragmentos e hiper-especializaciones, que nos llevan a decir con demasiada
facilidad: “esto a mi no me corresponde”.
Entre los que estamos aquí, hay
diferentes miradas de cómo encarar el desafío del paco, tenemos en términos de
esta lucha cuerpo a cuerpo distintas tácticas. Nos parece que todas ellas
tendrían que tender a este objetivo estratégico común: sacar de la marginalidad
a los chicos y chicas que viven este infierno. Y cada una de nuestras
diferentes ideas y conceptos acerca del tema se tendrán que confrontar una y
otra vez con la realidad. Muchas veces tenemos la tentación de refugiarnos en
nuestras ideas porque la realidad concreta es ambigua y compleja.
La confrontación de ideas entre
nosotros tiene un límite. No pegar debajo del cinturón. O sea, que no se dilaten las respuestas concretas a
los chicos y chicas. Siempre es bueno tratar de ponerse en el lugar del otro.
Imaginémonos durmiendo esta noche en un pasillo de la villa como lo hacen
cientos de chicos y chicas. O imaginemos a nuestros hijos allí.
Nos
resulta imperioso recibir la vida como viene y hacerle lugar. Recibir la vida
como viene, dando respuesta a esas necesidades que nos están revelando derechos
vulnerados: DNI, escuela, vivienda, capacitación laboral, trabajo etc. Recibir la vida como viene también es adaptar
nuestras instituciones y programas a la realidad y no la realidad a ellos. La
burocracia expulsa, pone trabas, en definitiva pone en riesgo la vida de muchas
personas.[2]
En los tratamientos habitualmente la
temática de la inclusión social es puesta en la última fase de los mismos, bajo
el nombre de reinserción social. Para nosotros es el eje transversal de nuestro
acompañamiento a los chicos y chicas y a sus familias.
El
desafío del paco nos presenta rostros y nombres muy concretos, vidas que se van
apagando poco a poco. Nosotros trabajamos con la convicción de que incluir y hacer
lugar a los que nunca han tenido lugar es el camino a recorrer. Camino que se
torna decisivo a la hora engendrar sentidos en la historia de estos chicos y
chicas. No se trata de otra cosa que de ayudar a encender, a despertar la pasión
por vivir.
Padre Gustavo
Carrara
11 de Mayo de 2012
[1] Cfr. El desafío del paco. Equipo de Sacerdotes para las villas de
emergencia. 24 de junio de 2010.
[2] Cfr. La droga en las villas: despenalizada de hecho. Equipo de
Sacerdotes para las villas de emergencia. 25 de marzo de 2009.
Señor, perdóname por
haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ocho años, tengan
trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor a las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo.
Señor, yo puedo hacer una huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace una huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles "no sólo de pan vive el hombre", y no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame;
Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos;
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear por el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor a las aguas servidas, de las que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo.
Señor, yo puedo hacer una huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace una huelga con su hambre;
Señor, perdóname por decirles "no sólo de pan vive el hombre", y no luchar con todo para que rescaten su pan;
Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame;
Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos;
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.
(Meditación en la
villa. Padre Carlos Mugica)
Hay una diferencia sustancial entre
ser generoso con los pobres y entrar en comunión con ellos, compartiendo de
algún modo su suerte. El Padre Carlos Mugica no solo fue generoso con sus
hermanos más pobres de la villa sino que fue amigo de los más pobres, entró en
comunión con ellos. Estaba
entre los pobres, pero no se la creía. Su famosa oración “Meditación en la Villa” revela su humildad.
Hay un grado de solidaridad con los más pobres que es sólo del Señor Jesús.
Esta meditación del Padre Carlos va
mostrando los distintos rostros de la pobreza de aquella villa. En algunos
aspectos las villas de Buenos Aires están mejor que ayer, sobretodo por la
lucha de miles de mujeres y hombres –vecinos de las villas- que desde su
cultura popular fueron luchando contra esas pobrezas optando por la vida y la
libertad.
Ahora bien, hoy las villas de la Ciudad de Buenos Aires,
cuyo 43% de sus habitantes tienen menos de 17 años, presenta un rostro nuevo de
la pobreza y la exclusión que ha llegado a nosotros como un tsunami devastador:
el paco. Todavía no tomamos conciencia de tamaño flagelo. Así como hace unos
años el mal de Chagas ponía de manifiesto la miseria del interior del país, el
paco hoy denuncia la miseria de las periferias urbanas.[1]
El “Señor perdóname por haberme
acostumbrado…” y el “yo me puedo ir y ellos no”
del Padre Carlos viene a mi memoria muchas veces. Sobretodo cuando uno
recorre pasillos de mucho sufrimiento, de mucho dolor. Donde uno increpa a un
chico diciéndole: ¿Pero, Vos no querés
vivir? Y recibe como respuesta: “No
padre, no quiero vivir”. Donde por consiguiente muchas veces es puesta en
jaque nuestra esperanza.
El desafío del paco se nos presenta
como una batalla, como una lucha cuerpo a cuerpo contra la exclusión. Digo
cuerpo a cuerpo porque es uno a uno. Cada chico, cada chica es sagrado/a.
Porque si no le ponemos el cuerpo no vamos a llegar a nada.
Queremos hacerles una propuesta
estratégica detrás de la cual podamos encolumnarnos todos a la hora de
enfrentar este desafío. Nuestra bandera tiene que ser la inclusión social.
A aquellos que les corresponde la
conducción estratégica en esta lucha, les es imprescindible tener una mirada de
conjunto de la situación. Obviamente esto no es fácil en un contexto cultural
de fragmentos e hiper-especializaciones, que nos llevan a decir con demasiada
facilidad: “esto a mi no me corresponde”.
Entre los que estamos aquí, hay
diferentes miradas de cómo encarar el desafío del paco, tenemos en términos de
esta lucha cuerpo a cuerpo distintas tácticas. Nos parece que todas ellas
tendrían que tender a este objetivo estratégico común: sacar de la marginalidad
a los chicos y chicas que viven este infierno. Y cada una de nuestras
diferentes ideas y conceptos acerca del tema se tendrán que confrontar una y
otra vez con la realidad. Muchas veces tenemos la tentación de refugiarnos en
nuestras ideas porque la realidad concreta es ambigua y compleja.
La confrontación de ideas entre
nosotros tiene un límite. No pegar debajo del cinturón. O sea, que no se dilaten las respuestas concretas a
los chicos y chicas. Siempre es bueno tratar de ponerse en el lugar del otro.
Imaginémonos durmiendo esta noche en un pasillo de la villa como lo hacen
cientos de chicos y chicas. O imaginemos a nuestros hijos allí.
Nos
resulta imperioso recibir la vida como viene y hacerle lugar. Recibir la vida
como viene, dando respuesta a esas necesidades que nos están revelando derechos
vulnerados: DNI, escuela, vivienda, capacitación laboral, trabajo etc. Recibir la vida como viene también es adaptar
nuestras instituciones y programas a la realidad y no la realidad a ellos. La
burocracia expulsa, pone trabas, en definitiva pone en riesgo la vida de muchas
personas.[2]
En los tratamientos habitualmente la
temática de la inclusión social es puesta en la última fase de los mismos, bajo
el nombre de reinserción social. Para nosotros es el eje transversal de nuestro
acompañamiento a los chicos y chicas y a sus familias.
El
desafío del paco nos presenta rostros y nombres muy concretos, vidas que se van
apagando poco a poco. Nosotros trabajamos con la convicción de que incluir y hacer
lugar a los que nunca han tenido lugar es el camino a recorrer. Camino que se
torna decisivo a la hora engendrar sentidos en la historia de estos chicos y
chicas. No se trata de otra cosa que de ayudar a encender, a despertar la pasión
por vivir.
Padre Gustavo
Carrara
11 de Mayo de 2012
Valiosa entrada. Para reflexionar hondo. Un abrazo.
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