Resumen de mis conocimientos personales



Si te sentis sin esperanza, triste, si te acostumbraste a los excesos, si te sentis como fuera de foco, si necesitas que alguien te acompañe.
No dudes en consultarme o preguntarme, yo estuve alli varias veces.
El "Secreto es simplemente aprender a vivir y a querernos con esto que nos pasa"

MArcos

Este Blog, pretende ser un compendio de las cosas que la vida misma me fue enseñando.
Lo que me interesa, lo que fui almacenando.
En realidad hace las veces de CV.
Es mi formacion y parte de mis creencias, estos pensamientos fueron armando mi modelo mental hasta llegar a lo que soy hoy en este aqui y ahora.
Como dijo Groucho :
Soy un hombre de princpios, pero si usted quiere, los cambio.
Todo es dinamico, todo es subjetivo y al decir todo me refiero a mi todo, que es solamente mio.
Tu todo es otra cosa, es otro todo.
Espero poder compartir esta forma de vivir , que es la mia.

Gracias por leerme.

Marcos Liberatore Roth

Acompañante Terapeutico especializado en psicopatologias. Anudar

Operador socioterapeutico especializado en drogadependencias. Universidad CAESE

Consejero en adicciones quimicas. Universidad Interamericana. UAI

Operador en violencia Familiar. UBA

Facilitador socioterapeutico en adicciones. Caacupe

Master en PNL. ICE

Coaching Ontologico. ICP/ICE / Instituto de Estudios Integrales

Consultor Filosofico Existencialista . Instituto de Estudios Integrales

Postgrado
En Coordinacion Grupal. Universidad CAESE

Coloquios y Consultas al:
154 177 2744
marcosliberatore@yahoo.com.ar

9.11.11

El Proceso PEACE: Lou Marinoff


El Proceso PEACE:
Cinco pasos para enfrentarse
a los problemas con filosofía.

Lou Marinoff

                                                           
Vacuo será el razonamiento del filósofo
que no alivie ningún sufrimiento humano.
EPICURO

El problema filosófico es ser conscientes
Del desorden que reina entre los
Conceptos, y puede resolverse
Poniéndolos en orden.
LUDWIG WlTTGENSTEIN


El asesoramiento filosófico es más un arte que una ciencia y siempre es diferente con cada individuo. Tal como la terapia psicológica se presenta de infinitas maneras distintas, el asesoramiento filosófico tiene como mínimo tantas variantes como consejeros que lo practiquen. Usted puede reflexionar con filosofía sobre un problema por su cuenta o con la ayuda de un interlocutor no profesional. La gran pregunta es: «¿Cómo se hace?» Algunos consejeros filosóficos, entre los que destaca Gerd Achenbach, consideran justificado que no exista un método general que pueda explicarse o enseñarse. Al fin y al cabo, si no existe un método general para filosofar, ¿por qué tendría que haber uno para el asesoramiento filosófico? Aun así, mi experiencia me ha demostrado que muchos casos se ajustan de modo satisfactorio a un
planteamiento en cinco pasos al que denomino proceso PEACE. Con este planteamiento se obtienen buenos resultados, es fácil de seguir, y además aclara los motivos que distancian el asesoramiento filosófico de otras formas de terapia hablada. Tal como verá, la mayor parte de los problemas que se presentan en este libro se resolvieron mediante el proceso PEACE. Tal vez el suyo también pueda manejarse así. PEACE es un acrónimo de las iniciales de las cinco etapas que componen el proceso: problema, emoción, análisis, contemplación y equilibrio. El acrónimo es adecuado, ya que estos pasos constituyen el camino más seguro para alcanzar una paz interior duradera.

Los dos primeros pasos enmarcan el asunto, y la mayoría de personas pasa por estas etapas de forma natural. No necesitan que nadie les ayude a identificar el problema, aunque en determinadas ocasiones conviene revisar e incluso refinar este punto. Su reacción emocional es inmediata y clara (nadie tiene que aprender a sentir emociones),
aunque esto también podría ser objeto de una reflexión ulterior. Las dos etapas siguientes estudian el problema de manera progresiva, y aunque muchas personas son perfectamente capaces de hacerlo por su cuenta, suele resultar ventajoso contar con un interlocutor o un guía para explorar nuevos territorios. El tercer paso le conduce más allá que casi toda la psicología y la psiquiatría, y el cuarto le sitúa de pleno en la esfera filosófica. La última etapa incorpora a su vida lo que ha aprendido en cada uno de los cuatro pasos anteriores, puesto que los planteamientos meramente intelectuales no resultan prácticos a menos que se sepa cómo utilizarlos.

Iré dando una explicación breve de cada paso" para mostrarle cómo funciona el proceso. Luego retrocederé y los explicaré con más detalle, agregando un caso tipo para que pueda ver el proceso en acción. Cada uno de los capítulos de la Segunda parte también describe como mínimo un caso siguiendo el proceso PEACE. Al enfrentarse a un asunto desde una óptica filosófica, lo primero que cabe hacer es identificar el problema. Por ejemplo, su padre está muriendo, o se ha quedado sin trabajo o su esposa le engaña con otro. Normalmente, cuando tenemos un problema, lo sabemos, y la mayoría de nosotros
cuenta con un mecanismo de alarma interno que se dispara cuando necesitamos ayuda o recursos complementarios. Hay veces en las que concretar el problema es más complicado de lo que parece, de modo que esta etapa puede que le requiera cierto esfuerzo, sobe todo si los parámetros del asunto que le atañe no resultan evidentes.

En segundo lugar, debe hacer acopio de las emociones que le provoca el problema. Se trata de una contabilidad interna. Debe experimentar emociones genuinas y canalizarlas de forma constructiva. La psicología y la psiquiatría no suelen progresar más allá de esta etapa, de ahí que su utilidad esté limitada. Siguiendo los ejemplos de más arriba, sus emociones probablemente sean una combinación de aflicción, rabia y tristeza, aunque quizá le suponga un poco de esfuerzo llegar a esta conclusión.

En el tercer paso, análisis, usted enumera y examina las opciones de que dispone para resolver el problema. La solución ideal sería la que normalizara tanto los aspectos externos (el problema) como los internos (las emociones que ha despertado el problema), pero la solución ideal no siempre está a su alcance. Para seguir con un ejemplo, dar la orden de que desconecten a su padre agonizante de la máquina que lo mantiene con vida tal vez sea lo mejor para él pero también lo más duro para usted. Puede poner la decisión en manos de los médicos, o dejar que lo decida su hermano o decidir continuar con unos fútiles cuidados intensivos; éstos son los distintos caminos que tiene que recorrer mentalmente para hallar el más apropiado.

En la cuarta etapa, usted da un paso atrás, gana cierta perspectiva, y contempla su situación en conjunto. Llegados a este punto, ya habrá clasificado en categorías cada una de las etapas con vistas a manejarlas. Ahora tiene que hacer trabajar a todo su cerebro para integrarlas. En lugar de detenerse en un árbol determinado, estudia el contorno del bosque. Es decir, cultiva una visión filosófica unificada de su situación en conjunto: el problema tal como se le presenta, su reacción emocional y las opciones que ha analizado al respecto. En este punto ya está preparado para considerar métodos,
sistemas y enfoques filosóficos para abordar la situación que le afecta en su globalidad. Las distintas filosofías ofrecen interpretaciones diferentes de su situación así como prescripciones divergentes de lo que hay que hacer al respecto, cuando lo hay. En el ejemplo de enfrentarse a la muerte de su padre, necesita ponderar sus ideas sobre la calidad de vida, las responsabilidades que tiene contraídas con los demás, la ética de desconectar el soporte vital de un enfermo y el peso relativo de valores irreconciliables. Tiene que adoptar, mediante la contemplación, una postura filosófica que al mismo tiempo se justifique por méritos propios y esté en consonancia con la naturaleza de su persona.

Finalmente, después de enunciar el problema, expresar sus emociones, analizar sus opciones y contemplar la situación desde una postura filosófica, alcanzará el equilibrio. Entenderá la esencia de su problema y estará preparado para emprender actos adecuados y justificables. Se sentirá equilibrado y también dispuesto a afrontar los inevitables cambios que le esperan. Por ejemplo, si ha decidido desconectar el respirador de su padre, estará seguro de que habría sido lo que él hubiese deseado y que, a pesar de que su muerte suponga un duro golpe para usted, es responsabilidad suya cumplir sus deseos tan bien como pueda por más difícil que sea la situación.

EL PROCESO PEACE

Algunas personas son capaces de cubrir las cinco etapas en una única sesión de asesoramiento; a otras, el proceso PEACE les llevará semanas o meses. La cantidad de tiempo variará en función del cliente y de la situación. Muchos clientes ya han pasado por las tres primeras etapas (identificar el problema, expresar las emociones, analizar las opciones) antes de solicitar asesoramiento filosófico. Cuando es así, el proceso continúa partiendo de la etapa de contemplación. Usted debe avanzar a su propio ritmo, tanto si reflexiona por su cuenta como si lo hace con un amigo o con un profesional preparado.

Cada uno de nosotros está centrado en su propio ser y contempla el mundo desde una posición estratégica. Podemos percibir la existencia como una mera serie de acontecimientos que nos suceden a nosotros y a nuestro alrededor, o bien podemos asumir parte de responsabilidad en muchas de las cosas que ocurren. Es inherente a la naturaleza humana pensar lo primero de todo lo malo y lo segundo de todo lo bueno. Cuando la tragedia le alcanza, seguro que tarde o temprano murmura:

«¿Por qué a mí?» Aunque esa pregunta no se la formulará nunca quien acabe de ganar la lotería. Si nuestros hijos saben comportarse y sacan buenas notas, nos felicitamos por lo bien que los hemos educado. Si se portan mal y son desobedientes, los culpamos de ello. Aceptar la responsabilidad de los acontecimientos positivos y desentenderse de los
negativos es una manera de proteger y velar por nuestros intereses, y no cabe la menor duda de que Hobbes no andaba errado al insistir en que las personas básicamente «se respetan a sí mismas».

Cuando se disponga a definir el problema al que se enfrenta, procure averiguar lo que ocurre sin emitir juicios. Estará contemplando lo que los filósofos denominan «fenómenos», es decir, sucesos externos a usted, hechos que existen con independencia de sus creencias, sentimientos o deseos al respecto. Piense en esta etapa como en la fenomenal, si le asoma la vena filosófica. Tal como nos enseña el Yijing, las cosas cambian sin cesar, de modo que siempre vamos encontrando situaciones nuevas.

Por suerte para nosotros, manejamos por rutina la mayor parte de situaciones. No tenemos que examinar cada nuevo estado de cosas, ya que contamos con las convenciones sociales y los hábitos personales para guiarnos por la mayor parte de caminos. De este modo, cuando analice su situación, tiene que determinar qué es un mero fenómeno y qué constituye el verdadero problema para usted. Supongamos (de momento) que usted no es el causante de la situación presente; usted vive su vida y se preocupa de sus asuntos (más adelante, en los pasos tercero y cuarto de este proceso, deberá analizar en qué medida es responsable de ella con vistas a controlar la parte que le corresponda). Puede que usted se encuentre inmerso en un mar de dudas, pero usted no es el océano. Cada vez que tropieza con algo que se sale de lo corriente, algo para lo que no dispone de una reacción prevista, experimenta una respuesta emocional. El sistema límbico, la parte más antigua del cerebro, genera la fisiología de la emoción: respuestas automáticas (hablando técnicamente, autónomas) a los estímulos. No obstante, la experiencia de la emoción tiene lugar en una parte superior del cerebro, donde sus respuestas fisiológicas son interpretadas y etiquetadas. Se trata de una calle de sentido único. Esta separación garantiza que usted no pueda controlar una emoción
por el mero hecho de reconocerla, aspecto que pasan por alto muchos psicólogos y psiquiatras que centran su trabajo en hacer precisamente eso. Entender que está enfadado no alterará la respuesta de su cuerpo al enfadarse (p. ej., incremento del ritmo cardíaco, secreción de adrenalina). Reconocer la emoción constituye una información valiosa, sólo que dicha revelación no contiene el sentimiento. Una vez que ha tenido el sentimiento y lo ha identificado, la tercera parte de este paso consiste en expresarlo de la forma adecuada. El hecho de expresarlo tampoco pondrá punto final al sentimiento, dato del que también deberían tomar nota los psicólogos y psiquiatras, pero expresarlo de un
modo inapropiado probablemente empeorará su situación.

Mediante el análisis, usted emprende el proceso de resolver su problema haciendo inventario de las opciones de que dispone. Puede que usted se diga: «Bueno, tengo este problema que me hace desgraciado; ¿qué puedo hacer al respecto?» La forma más corriente de generar alternativas es por analogía. Si lo que le ocurre ya lo ha experimentado y resuelto con anterioridad, sabe muy bien qué debe hacer y qué no debe hacer, en función de cómo procediera en una ocasión anterior. También puede meditar sobre lo que le sucedió a su mejor amigo, o sobre lo que ha visto en una película o sobre lo que lea en este libro. Hallar puntos en común con otras situaciones (crear una analogía) es un método muy fructífero para comprender las dificultades que le abruman. Quizá no cambie sus sentimientos acerca del problema, pero puede ayudarle a comprender mejor cómo o por qué está sucediendo y contribuir a que usted genere las
reacciones posibles.

Las terapias psicológicas no van más allá del análisis, si es que llegan a ir tan lejos. La mayoría no lo hace; se atasca en una interminable «validación» de emociones. Los psiquiatras tienden a desalentar el estudio razonado de un problema y, en cambio, se centran en las emociones para guiarle de regreso a la infancia. Podría hacer esta clase de
trabajo durante años sin conseguir sentirse mejor. Por otra parte, muchas personas trabajan sobre las tres primeras etapas del proceso PEACE por su cuenta pero no profundizan en contemplación y equilibrio, por lo que no logran dar con la solución a sus problemas.

Esto nos lleva a la contemplación y a la integración de toda la información que ha reunido en los tres primeros pasos. Ahora su objetivo consiste en adoptar una disposición (una actitud, una manera de ver) para con su situación general. En el diccionario comprobará que «disposición» significa «tendencia dominante, inclinación, humor o temperamento». Cuando un admirador le dice que es una persona bien dispuesta, eso es en lo que está pensando. Sin embargo, en este libro, disposición es otra forma de decir perspectiva filosófica. Para encontrar la suya, tiene que retroceder un paso, distanciándose de la inmediatez del problema, de la fuerza de sus emociones y de la lógica de su análisis. El paso crucial es adoptar un amplio punto de vista filosófico para contemplar la situación en que se halla en su globalidad; si lo logra, será capaz de
reconciliarse consigo mismo y seguir adelante.

Puede que consiga encontrar una filosofía que se haga eco de sus ideas en la obra de un filósofo conocido, tanto leyendo sus escritos como aprendiendo los aspectos más destacados con un filósofo de formación. Con toda seguridad usted posee una filosofía personal, aunque no lo suficientemente consciente o elaborada como para que pueda servirse de ella. Así pues, lo más probable es que necesite un guía, o un espejo, que le ayude a sacar su filosofía a la superficie, donde le sea posible verla y trabajar con ella. Una disposición se siente como algo genuinamente propio. Es más como desenterrar una piedra preciosa que como fabricar una herramienta. Si adopta una disposición filosófica que no sienta en su mero interno, lo único que estará haciendo será compensar su situación o racionalizarla. No hallará un alivio real y duradero. Puede que incluso descubra que la disposición adoptada en realidad empeora el problema y que si elige otra su vida puede cambiar. Este tipo de cambio es hermoso, como la metamorfosis de una crisálida en mariposa. Todo cambia, y la clave para sacar el mejor provecho del cambio es su disposición.

A veces pienso en este paso como en la etapa cerebral o conceptual (más palabras con C). Digo cerebral porque usted trabaja con el intelecto y las emociones: con todo el cerebro. Y es preciso que usted conciba cómo encajan todas las partes, todos los elementos de su situación, todos los elementos de su mundo, todos los elementos de su filosofía. Encontrar esta unidad es lo que le permitirá superar el problema. Si está bloqueado por un problema, lo que necesita es dar con un avance conceptual, pues sus respuestas habituales no bastan.

En el paso final, alcanza el equilibrio. Con su recién adquirida o perfilada disposición, pone en marcha su mejor alternativa e incorpora a su vida de manera concreta todo lo que ha aprendido. Su problema deja de ser un problema, y usted recobra su habitual (aunque ahora mejorada) forma de ser, libre de preocupaciones, hasta la próxima vez en
que las circunstancias conspiren para hacerle perder el equilibrio. Siempre hay un cierto tambaleo; nadie mantiene una estabilidad permanente. No obstante, si realmente hace suyo el proceso PEACE, estará mejor preparado para enfrentarse al futuro. Una vez que se encuentra una disposición eficaz, ésta no desaparece. No hay modo de agotarla. Puede recurrir y volver a utilizar todo lo que le dio resultado ante unas circunstancias concretas en cualquier situación semejante que se le presente. Lo que le da resultado se refuerza y, a la inversa, lo que no funciona se descarta. Si avanza hasta esta etapa final, nunca volverá a la casilla de salida. Su vida se enriquecerá, incluso tras la más desoladora de las tragedias, si es capaz de aprender sobre sí mismo manejando su experiencia y alcanzando el equilibrio.

A veces llamo esencial (otra palabra con E) a este último paso, pues para cuando usted llegue a él, habrá comprendido la esencia de su situación. Habrá descubierto no sólo la esencia de su problema, sino también algo esencial para usted. Esta revelación es la que le permite resolver el problema presente y le prepara para el siguiente. Las soluciones
absolutas no siempre son posibles, de modo que la resolución es el objetivo más apropiado en la mayoría de casos. Este paso también es esencial porque le permite seguir avanzando. Puede que usted llegue a ser filosóficamente autosuficiente y que ya
no vuelva a necesitar más asesoramiento (salvo que decida continuar más allá de los rudimentos). Una disposición que conduzca al equilibrio es algo que llevará consigo vaya donde vaya. No es algo que se guarde en el botiquín y que se saque para mitigar
un síntoma desagradable. Tampoco es algo de lo que usted dependa, como puede suceder con un terapeuta o un medicamento. Es algo que forma parte de usted.


¿QUÉ TIENEN EN COMÚN
PABLO CASALS Y MARK TWAIN?

Los dos primeros pasos del proceso PEACE son conocidos gracias a mis predecesores en los campos de la psicología y la autoayuda. Y tal como he afirmado, muchas personas se abren camino a través de esta primera parte del laberinto por su cuenta y luego solicitan ayuda. Puesto que los pasos tercero y cuarto (análisis y contemplación) son los que diferencian a este método de otros al uso, y también los más nuevos y difíciles de aprehender, quisiera aclararlos mediante dos ejemplos. Estos ejemplos conciernen a personajes famosos que actuaron como sus propios consejeros filosóficos.
Más adelante, en este mismo capítulo, veremos un caso de mi consulta.

El gran violoncelista Pablo Casáis una vez se rompió un brazo en un accidente de esquí y tuvo que llevarlo enyesado durante seis semanas. El problema al que se enfrentaba estaba bien claro: llevar el brazo enyesado causaba estragos en su agenda e interrumpía su carrera. Su reacción emocional probablemente fuese una mezcla de frustración, ansiedad, anonadamiento, depresión y miedo. Su análisis cuadraba con todas las complicaciones logísticas: cancelar o posponer conciertos, acudir a citas con médicos y fisioterapeutas, llamar a su agente, revisar contratos, planificar la rehabilitación una vez que el brazo estuviera curado, y así sucesivamente.

Celebró la indispensable rueda de prensa para en caso de que usted considere que no tiene esa clase de serenidad, permítame que le presente otro ejemplo antes de que decida que está fuera de su alcance. Mark Twain era casi tan famoso por su temperamento vehemente como por sus logros literarios. Costaba poco provocarle, y puede estar seguro de que su ira era fulminante. Cuando se ofendía, su opción de réplica era escribir una carta mordaz. Pero entonces siempre guardaba la carta en el abrigo durante tres días. Si pasados tres días seguía enojado, la echaba al correo. Con frecuencia su enfado se había disipado, y quemaba la misiva. Esta costumbre quizás haya supuesto una pérdida para muchos admiradores que codiciarían una copia de esos escritos, pero sin duda le hizo un favor a Twain, a sus amigos y a sus conocidos.

Apuesto a que Twain utilizaba esas cartas para definir el problema, expresar sus emociones (cólera, en esencia) y analizar sus opciones (algunas de las cuales con toda certeza eran maravillosamente gráficas). Sin embargo, su postura contemplativa consistía en practicar las virtudes de la paciencia, la imparcialidad, la reflexión y la voluntad de cambio. Con lo conocida que era la fogosidad de Twain, no habría podido mostrar el comedimiento del que hacía gala si no hubiese mostrado una disposición favorable hacia estas virtudes. Tanto si enviaba la carta por correo como si no, utilizaba
ambas cosas, la carta y la tregua de tres días, para recobrar el equilibrio.

Aunque dudo que fuera consciente de ello, Twain se hacía eco de la idea china según la cual la mejor forma de proceder es la que le deja a uno libre de culpa y remordimientos. Al aguardar tres días antes de decidir con más serenidad lo que debía hacer con la carta, podía estar seguro de encontrar ese camino. Puesto que nadie nos ha confiado en secreto el trabajo mental que realizaron Casáis o Twain con relación a estos asuntos, desconocemos con cuánta facilidad o dificultad descubrieron sus disposiciones respectivas ni cuánto trabajo les llevó el ponerlas en práctica. No caiga en el error de dar por supuesto que no hallaron ningún obstáculo en su camino sólo porque la crónica de estos hechos no nos hable de sangre, sudor y lágrimas. Las personas que desean realizar un esfuerzo para filosofar sobre cualquier cosa a la que se enfrenten pueden encontrar disposiciones provechosas y alcanzar cierto grado de equilibrio. No se trata forzosa-mente de un remedio rápido, aunque puedo asegurarle que llevar a cabo el trabajo y obtener el resultado es mejor que todas las demás alternativas (cólera, culpa, escapismo, dependencia, hacerse la víctima, martirio, pleitos y la teletienda) puestas juntas.

VINCENT

Vincent disfrutaba del éxito de su carrera como escritor profesional. Había decorado su rincón de la oficina con los típicos recuerdos, fotografías y demás. También había colgado una reproducción de un famoso cuadro de Gauguin que representaba a unas mujeres tahitianas semidesnudas en la playa. Una de las colegas de Vincent informó a su supervisor de que el cuadro la ofendía y exigió que fuese retirado. Cumpliendo con la normativa de la empresa sobre acoso sexual, el supervisor llamó a Vincent a su despacho y le ordenó que retirara el cuadro. Vincent opuso objeciones pero no tenía alternativa: o descolgaba la obra de arte o renunciaba a su empleo. Tras ponderar estas dos opciones, eligió el mal menor y decidió retirar la obra de arte. Al fin y al cabo, es más fácil encontrar otro cuadro que un nuevo empleo. Vincent optó por lo práctico. Lo que no se esperaba era la cólera, el ultraje y la sensación de haber traicionado sus principios que sintió después de descolgar el cuadro para conservar el empleo.

A medida que vayamos estudiando este caso mediante el proceso PEACE, verá claramente la diferencia entre el asesoramiento filosófico y el psicológico. Muchos psicólogos que asisten a mis conferencias sobre asesoramiento filosófico salen ami encuentro al finalizar la charla y me dicen: «¿Sabe una cosa? Hago exactamente lo mismo que usted.» En realidad, no hacen lo mismo ni por asomo, y a menudo me sirvo de este caso para hacérselo comprender. Explico a los psicólogos lo mismo que acabo de explicarle a usted sobre Vincent y les pregunto cómo procederían. Sin excepción, se centran estrictamente en sus emociones (cólera, ultraje, traición) y me cuentan la gran cantidad de trabajo que realizarían en esas áreas. En mi opinión, eso sería una pérdida de tiempo, por no decir de dinero. Cuando les detallo el procedimiento que emplearía un consejero filosófico, de pronto caen en la cuenta de que existe todo un universo de perspectivas que su formación psicológica no contempla. Así es como funciona:

PRIMERA ETAPA: Problema. El problema de Vincent, en pocas palabras, era que padecía una sensación de injusticia. Creía que lo obligaban injustamente a retirar el cuadro y que su empleo no tenía que haberse visto en peligro por una cuestión de
gustos personales sobre arte. Sus emociones manaban de su sensación de injusticia. Esto, y no las emociones en sí mismas, era la raíz del problema.

SEGUNDA ETAPA: Emociones. En un principio Vincent no supo cómo expresar sus emociones de forma constructiva. No quería sentirse tan enfadado y traidor, pero el sistema no le brindaba ningún remedio para que se sintiera mejor.

TERCERA ETAPA: Análisis. Tras considerar todas las opciones, Vincent probablemente hizo lo correcto. Amaba su profesión, y los empleos como el suyo no se encuentran así como así. Si hubiese dimitido por culpa del cuadro, seguiría sintiendo la
misma injusticia y además no tendría trabajo. Puede que sea mejor estar disgustado y con trabajo que disgustado y en el paro. Si hubiese dispuesto del dinero suficiente, podría haber demandado a su empresa por el incidente y haber probado suerte ante los tribunales. Mas no se lo podía permitir. Las venganzas que cruzaron su mente le complacían durante un rato, pero no eran opciones reales. De todas formas, si Vincent se hubiese decidido por la solución de amenazar al supervisor y a la colega ofendida, o de empezar a disparar como un loco en la oficina, tampoco habría encontrado justicia, sino que estaría en la cárcel. En resumidas cuentas, la decisión de Vincent parecía la mejor que podía haber tomado.

CUARTA ETAPA: Contemplación. Vincent y yo trabajamos desde una postura filosófica para comprender la diferencia entre ofensa y daño. Si alguien o algo le hace daño (es decir, le hiere físicamente contra su voluntad) usted no es cómplice de la herida. El principio del daño de John Stuart Mills sostiene que «el único fin que autoriza al ejercicio del poder sobre cualquier miembro de una sociedad civilizada contra su voluntad es evitar que haga daño a los demás».

Sin embargo, la ofensa es distinta. Si alguien o algo le ofende, es decir, le insulta de un modo u otro, usted es cómplice del insulto. ¿Por qué? Pues porque se lo toma como una ofensa. Usted puede permanecer pasivo y resultar herido por algo como un golpe físico, pero toma parte activa al ofenderse por algo como un cuadro. Recuerde esta fórmula cortés de antaño: «Lo siento, no pretendía ofender.» «No se apure, no lo he tomado a mal.» Este tipo de civismo lo ha vuelto obsoleto una cultura que descuida el pensamiento y permite que la ofensa se confunda con el daño. Marco Aurelio ya conocía la diferencia en la Roma de su epoca, pero nuestra avanzada cultura la ha olvidado. En la actualidad las personas se ofenden, luego acusan a los demás de hacerles daño, y el sistema las respalda con políticas que restringen las libertades individuales. Peor aún, el sistema consolida esta confusión recompensando económicamente a las personas que se ofenden. No es de extrañar que todo el mundo ande con pies de plomo o subiéndose por las paredes.

Elimina tu opinión, y eliminarás la queja «Me han ofendido». Elimina la queja «Me han
ofendido» y la ofensa ha desaparecido.

MARCO AURELIO

La distinción entre daño y ofensa supuso el primer avance contemplativo de Vincent. El segundo se produjo al darse cuenta de que esta clase de injusticia era inherente al sistema y que no iba dirigida personalmente contra él. La acusadora y el supervisor sólo eran peones de un juego que ni siquiera ellos comprendían. De tan absurdo, resultaba casi divertido. Pues tampoco era que Vincent hubiese colgado en la pared el desplegable del último Playboy (que algunos también considerarán arte, aunque es claramente más provocativo que la reproducción de un cuadro de valor incalculable). Las personas que buscan motivos para ofenderse siempre los hallarán, pero son ellas quienes tienen un problema. Y su problema es que necesitan ofenderse. Sin darse cuenta, Vincent satisfizo la necesidad de su colega. Vincent no tenía por qué creer que su situación era injusta, ya que él sí que había sido ofendido, aunque no herido, por el sistema. En sus manos estaba el negarse a ofenderse por la intolerancia del sistema, y así decidió hacerlo. Pues Vincent ya contaba con una disposición filosófica que lo inmunizaba contra la injusticia y permitía que sus emociones negativas se disiparan.

QUINTA ETAPA: Equilibrio. Vincent volvió al trabajo sin guardar rencor a su colega ni a su supervisor. Tenía cosas mejores que hacer que invertir emoción en sus gustos artísticos; tenía toda una carrera profesional por delante. Para consolidar el proceso, recomendé a Vincent que hiciera una lista de los diez cuadros que más le gustaría colgar en la pared, que se los mostrara a su colega y que le pidiera que eligiera uno que no la ofendiera. Así todos estarían contentos con la decoración de su rincón.

El proceso PEACE de Vincent se desarrolló en una sola sesión. En ningún momento hablamos de su infancia, de sus fantasías sexuales, de sus sueños ni de su complejo de Edipo, como tampoco de recetarle un medicamento que mejorara su estado de ánimo. Moraleja: la psicología y la psiquiatría no tienen nada que decir acerca de la injusticia. Si lo que usted quiere es resolver un problema filosófico, solicite ayuda filosófica.

SEA SU PROPIO CONSEJERO FILOSÓFICO

Practicar la filosofía significa explorar el mundo interior. Usted es el más cualificado para emprender este viaje de descubrimiento personal, aunque a veces sacará buen provecho de la orientación de los filósofos que ya han abierto caminos similares. Los filósofos casi siempre trabajan solos en el sentido de que los humanos suelen pensar con más claridad sin compañía. Sin embargo, los filósofos casi nunca trabajan solos en el sentido de que nuestros pensamientos están informados por revelaciones trascendentes fruto de dos mil quinientos años de tradiciones filosóficas diversas. Los consejeros filosóficos somos como las celestinas: ayudamos a nuestros clientes a encontrar una
interpretación filosófica de sí mismos y de las situaciones que enfrentan que les permita prosperar durante toda la vida.

1 comentario:

  1. Muy interesante el proceso PEACE, leí el libro de Marinoff y desde luego la filosofía como medio de superación de determinados problemas me parece de gran utilidad, sobre todo porque hay muchas personas que permanecen enganchadas a psicológos, psiquiatras o psicoterapeutas todas sus vidas, sin llegar a conclusiones esclarecedoras de sus problemáticas. Lógicamente hay problemas y problemas pero lo cierto es que todas las disciplinas enfocadas a la relación de ayuda tienen sus limitaciones, el asesoramiento filósofico por lo menos, no me parece tan nocivo como otras tipos de terapias.
    Un saludo Marcos

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